Sol, Luna, Estrellas...


Cuando se hallare en medio de ti… hombre o mujer… que hubiere servido a dioses ajenos y se hubiere inclinado a ellos, ya sea al sol, o a la luna, o a todo el ejército del cielo, lo cual yo he prohibido…    Deuteronomio 17: 2 – 3

¡Qué fácil resulta para los seres humanos caer en idolatría!  Es que simplemente somos así, dispuestos a honrar, adorar, servir aquello que bien nos parece sin considerar las consecuencias, ni mucho menos la Palabra de Dios al respecto.  Escuchamos a alguien decir lo bien que le ha ido desde que le sirve al dios Sol y rápidamente investigamos cómo hacerlo, para imitarlos y buscar cambiar nuestra suerte.  Sí suerte, porque esto es lo que andamos buscando todo el tiempo, la buena suerte.  Entonces nos convertimos en adoradores de la lotería, casinos, juegos del azar y vamos sacrificando nuestros sueldos a éstos nuestros ídolos.  Sólo unos pocos, logran adquirir cierta remuneración económica, que les resulta efímera, porque vuelven a sacrificarla a los mismos dioses para ver si adquieren una oportunidad mayor.  Y así viven sus vidas engañándose a sí mismos, esperando una “suerte”, que no existe y sacrificando lo más significativo, la familia.  Es que cuando adoramos a los dioses ajenos, extraños y paganos, nuestras vidas dejan de ser productivas para convertirse en meras ilusiones pasajeras. Y al final de todo, lo que sacrificamos a nuestros ídolos, repercute en nuestras relaciones familiares, sociales y personales.


¿Quién es tu sol, o luna, o quiénes son tus estrellas?  ¿A qué dios adoras tú?  ¿Sigues pensando en la suerte como protagonista de tu vida?  La suerte, ¿existe? 


La palabra de Dios nos enseña que en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos, ¿De quién temeré? Nos dice que fieles son las heridas del que ama, Jesús el Cristo es quien te ama.  Además, le da un nombre particular por el cual reconocer a Jehová; Jehová Jireh, Jehová ve y provee.  Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros?  El que conmigo no recoge, desparrama.  El justo vivirá pues, por la fe. Y aquí es a donde quiero llegar.


Los siervos del Señor, no viven dependiendo de la suerte, eso iría en contra de lo estipulado en la bendita Palabra de Dios.  Los siervos del Señor viven por fe.  Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.  ¡Qué la fe mueve montañas!   ¡Qué la fe viene por el oír y el oír la Palabra de Dios!  ¡Qué sin fe es IMPOSIBLE agradar a Dios!


No, no somos hombres y mujeres con suerte.  Somos siervos y siervas del Dios altísimo y la suerte no tiene poder sobre nosotros; ni la buena, ni la mala.  Nosotros tenemos, tememos y servimos al Dios de la fe.  ¡Qué no se incline tu corazón al dios equivocado!  ¡Qué tu corazón esté cimentado en la Roca, que es Cristo Jesús, el único y verdadero Dios!


¡Qué Dios te bendiga rica y abundantemente!


¿No te he dicho que si crees verá la gloria de Dios?  ¡No temas, Cree solamente!


En el amor de Jesús,
Maribel Román Santiago©

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