Es ORANDO...
“Escucha oh Dios mi oración, y no te escondas de mi súplica”. Salmo 55:1
Hace cerca de dos semanas una de mis hijas se encontraba triste, tan triste que estaba a punto de renunciar a muchas cosas que realmente ama. Entonces, luego de atender a su disertación acerca de las injusticias de la vida, le di una vez más la respuesta que siempre ha escuchado de mis labios: “ORA”. Ellas siempre se acercan con sus inquietudes y tribulaciones propias de la edad, buscando mi aprobación para tal o cual cosa, mas mi respuesta siempre es la misma: “ora”. Estoy totalmente convencida del poder de la oración. He visto murallas caer, no con misiles de guerra ni armas poderosas. Las murallas que he visto caer han sido derribadas hasta convertirse en polvo que viaja con el aire hasta desaparecerse. Y el arma empleada, la cual supera el poder del átomo, se llama oración. Es orando como podemos vencer los obstáculos más grandes. Es orando como podemos vencer a nuestros enemigos. Es orando como podemos conquistar a los que nos persiguen. No es dándonos por vencidos, ni jugando su mismo juego; es ORANDO. LA ORACIÓN ES LA LLAVE PARA ABRIR EL CERROJO MÁS MOHOSO. SÍ, LA ORACIÓN.
Mi hija estuvo en su cuarto a solas, hablando con Dios… Tomó la Biblia, palabra inspirada por el Todopoderoso. Allí en la intimidad de su cuarto, Dios oyó su oración y le contestó a través de su Palabra. Fue el Salmo 55 a través del cual Dios habló a su vida. El domingo pasado, precisamente, Dios le confirmó a mi hija la palabra dada hace dos semanas. La confirmó a través de nuestro pastor, quien habló del mismo Salmo y exactamente los mismos versículos, 12 – 13:
“Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios”.
Sí, es que el peor enemigo que te puede asediar es aquel que parecía íntimo tuyo, tu guía, tu familiar. Aquel con el que compartías tus secretos, dulcemente. Aquel con quien andabas en amistad aun en la casa de Dios. Sí, es el arma mortal del enemigo contra tu vida. Los que amabas, con los que “jangueabas”, con los que compartías, son los que verdaderamente dejan huellas de dolor en el corazón y restallan la amistad rompiéndola por siempre... Por eso el salmista dijo: “en cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará”.
Nuestra ayuda y socorro vienen de Jehová, el que hizo los cielos y la Tierra.
Dios le contestó en el silencio de su habitación, pero también le confirmó su palabra en medio de la congregación. ¡Dios es siempre fiel!
¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? ¡No temas, Cree solamente!
En el amor de Jesús,
Maribel Román Santiago©
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