María Magdalena
Mañana Helada
María Magdalena
“Mujer, ¿por qué lloras?” San Juan 20:15
¿Qué tenía
de especial aquella mujer? Había vivido una vida a la merced de los hombres.
Despreciada por las mujeres. Codiciada por los hombres. Llena de terribles
experiencias de vida. Pero, ¿qué había en ella que le hizo merecedora de ser la
primera persona a la que el Cristo Resucitado, se le presentase? ¿Qué le ganó
ese galardón? ¿Qué le llevó hasta aquel lugar en aquella tibia mañana?
¡Creyó!
María Magdalena, creyó que Jesús era el Hijo de Dios, el Salvador del Mundo.
Ella creyó y como dice Pablo, le fue contado por justicia.
En el
momento en que creyó en la palabra que Jesús le había dicho, en ese momento,
creyó en Dios. Creyó que sus pecados le eran perdonados y no solo creyó, sino
que se comenzó a portar como una dama, como una mujer honrada y decente, como
una servidora del Reino. Su vida fue transformada por el amor. Amor del que fue
objeto cuando Jesús llegó a su vida y por amor, le perdonó todos, todos, todos
sus pecados.
Me imagino
que María Magdalena, ya no pensaría si Jesús verdaderamente le había perdonado.
Cuando él le perdonó, ella se perdonó a sí misma y fue libertada de la
esclavitud del pecado y de los pensamientos de culpa. No había razón por la
cual sentirse culpable. Todos sus pecados había sido perdonados. “No peques
más”, retumbaba en su mente. Perdonada por amor, retumbaba en su corazón.
Pienso que
Jesús, se inclinó a escuchar su corazón y encontró un corazón noble, abatido
por el dolor de la pérdida y lleno de arrepentimiento…
Allí
estaban los ángeles, pero más importante aún, allí estaba Jesús. Él no se le
presentó a Pedro, ni al otro discípulo. Jesús escogió una mujer a la que se le
había perdonado un sinnúmero de pecados, a una mujer que había sido despreciada
y marginada por la sociedad. Escogió a una mujer que había sido transformada
por el poder de Su amor. Escogió a esta mujer, para que llevara el mensaje de
su resurrección a los demás discípulos.
Ella lo
escuchó pronunciar su nombre y fue suficiente para levantar un rostro lleno de
lágrimas y reconocer la voz de aquel que la había amado lo suficiente, para
olvidar su pasado.
Jesús, te
llama. Él quiere que sepas que tu pasado ha sido perdonado. Tú también debes
perdonarte. Él toca los corazones de aquellos que son sensibles a su voz. Él
perdona y olvida. Él premia a los que en espíritu y verdad le buscan.
Escucha hoy
su voz y déjalo enjugar tu rostro. Tú también eres especial para Él.
¿No te he
dicho que si crees verás la gloria de Dios? ¡No temas, cree solamente!
En el amor
de Jesús,
Maribel
Román Santiago©
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