VE AL MONTE DE DIOS




VE AL MONTE DE DIOS
“Se levantó, pues y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche”. 1 Reyes 19: 8 – 9ª
Elías se escondió en el monte de Dios. Había vencido 450 profetas de Baal. Estaba agotado, totalmente exhausto. Entonces aparece Jezabel, botando humo por las narices y ensañada contra aquel viejo profeta del Altísimo. Con todo este agotamiento que tenía Elías, se levantó y se fue para salvar su vida de aquella terrible y déspota mujer. Deseó morirse y así se lo pidió a Jehová. El viejo había trabajado para el Señor y ya anhelaba estar en su presencia. De agotamiento se quedó dormido hasta que un ángel le despertó y dio comida. Pero el agotamiento físico y espiritual, le hicieron caer dormido nuevamente. Una segunda vez el ángel le vuelve a despertar y dar comida mientras le explicaba que su trabajo aun no terminaba, faltaban metas por alcanzar, “largo camino te resta” v. 7. Se fortaleció de tal modo que caminó durante cuarenta días y cuarenta noches para ir al lugar en donde sabía se encontraría con Jehová, el Monte Horeb o Monte Sinaí, el Monte de Dios. Al llegar al lugar seguro, se metió en una cueva y allí Dios le habló: ¿Qué haces aquí, Elías?

¿Qué haces aquí, Elías? Piensa, analiza, explica. ¿Cuál es tu propósito? ¿Por qué vienes a buscarme? ¿Qué te preocupa? ¿Qué necesitas? Dios le invita a salir de la cueva para presentarse delante de Él. Mas Elías no salió de inmediato sino que esperó.

En aquel mismo monte, Dios se le había revelado a Moisés y a los israelitas, cuando anduvieron 40 años en el desierto. Elías caminó cuarenta días por el desierto, para encontrarse delante de la presencia del Altísimo. Aquél era el Monte de Dios y Elías lo sabía muy bien, por eso caminó hasta allí. Su deseo de encontrarse con Dios fue el alimento que necesitó para mantenerse en el camino durante aquellos cuarenta días. Y Dios no lo decepcionó. Aquella mañana le habló e invitó a presentarse delante de Él. Le invitó a salir fuera de la cueva, para poder encontrarse con Él.

Moisés vio la zarza que ardía y no se consumía. Elías presenció un tornado que rompía los montes y las peñas, un terremoto y un fuego, pero Jehová no estaba allí, esa era únicamente la expresión del gozo de la naturaleza ante la Presencia de Jehová. Luego escuchó Elías un silbo apacible y delicado, entonces reconoció que había llegado aquel a quien había ido a buscar y cubriendo su rostro salió a la entrada de la cueva. Allí Dios le volvió a preguntar, ¿qué haces aquí, Elías? Luego de escuchar lo que su voz decía y lo que su corazón anhelaba, le indicó las misiones que le faltaba por realizar. Debía preparar a su sucesor. Pasaron varios años, Elías cumplió con su misión y Dios le otorgó lo que su corazón anhelaba, ir a Su presencia por la eternidad.

Ir al Monte de Dios, es una lección que debemos aprender de  Elías, el hombre que subió al cielo en un torbellino, anunciado por un carro de fuego con caballos de fuego. Ir al Monte de Dios, a encontrarnos con él. Buscar su presencia en aquel lugar que sabemos podemos hablar con él sin interrupciones, ni persecuciones, ni distracciones. Ir al Monte de Dios cuando nuestras fuerzas humanas se han agotado. Ir al Monte de Dios cuando necesitamos un refrigerio. Ir al Monte de Dios, cuando nuestro pensamiento se nubla y necesitamos ver un nuevo norte. Ir al Monte de Dios, simplemente para escuchar un silbo apacible y delicado que llene de paz y seguridad nuestras vidas. Ir al Monte de Dios, sólo eso renueva tus fuerzas cuando ya no tienes ninguna…

¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? ¡No temas, Cree solamente!

En el amor de Jesús,
Maribel Román Santiago©




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