Batalla

Batalla
“Y libró David todo lo que los amalecitas habían tomado, y asimismo libertó David a sus dos mujeres. Y no les faltó cosa alguna, chica ni grande, así de hijos como de hijas, del robo y de todas las cosas que les habían tomado; todo lo recuperó David”.  1 Samuel 30: 18 – 19

Dos naciones, dos batallas. Habían subido los filisteos contra el pueblo de Israel y su rey Saúl. David había subido con ellos a la gran batalla, iba del lado de los filisteos y posiblemente pelearía contra su propio pueblo. Oportunamente, ese no era el plan de Dios para David, así que los propios príncipes de los filisteos, quienes temían la fama del futuro rey de Israel, hicieron que su rey lo despidiera y enviara a casa nuevamente con sus seiscientos hombres de guerra.

David se fue en obediencia y bajo protesta. Se fue y llevó consigo a sus hombres de guerra. Al llegar a su hogar temporero, Siclag, no encontraron nada, solo cenizas de lo que una vez habían sido sus casas. Los amalecitas habían llevado todo y quemado la ciudad. Les robaron todo, todo lo que tenían, incluyendo sus familias. Los hombres, al ver esto, se levantaron contra David y lo querían apedrear. Perdieron su norte, estaban en amargura de alma, habían llorado hasta que les faltaron las fuerzas para llorar… Mas David se fortaleció en Jehová y consultándole, le respondió dándole la salida para derrotar a sus enemigos y recuperar lo que había sido robado. Y lo recuperaron TODO.

Mientras David regresaba a su casa temporal en Siclag y a su familia, a tres días de distancia de la batalla entre los filisteos y el pueblo de Israel, Saúl, el rey de Israel, se suicidaba y sus tres hijos, Jonathan, Abinadab y Malquisúa, eran asesinados. Me parece que Dios no permitió a David participar de esta guerra para que la sangre del Rey Saúl y sus hijos, no cayera sobre él. Dios ya había puesto fin al reinado de Saúl. Era el día señalado por Dios y David no tendría que enterarse y mucho menos participar del mismo. Luego, por si acaso, Jehová permitió que su casa fuera saqueada, para llevarlo lejos del fragor de la batalla en la que Saúl sería derrotado; para que no se arrepintiera y fuera a regresar.

Dios hace cosas para nosotros de las que no entendemos su significado en el momento. Ir a la batalla, regresar, encontrar la casa saqueada, quemada y la familia raptada (para ser esclavizada); ese no es el botín de un guerrero. A pesar de la consternación que enfrentaba, David se fortaleció en Jehová, quien le dio la victoria sobre sus enemigos. Recuperó TODO lo que le fue robado, además del sobreabundante botín de guerra que compartió con los ancianos de Judá, sus amigos. Y lo más importante es que nadie lo pudo culpar, ni relacionar con el asesinato/suicidio del rey Saúl y sus hijos. Dios le guardó de ser copartícipe de este evento.

Dios nos libra de hacer cosas de las que luego nos podamos arrepentir, o de las que otros nos puedan señalar. Él nos lleva a poseer la promesa que nos ha dado, aunque en el camino nos haga retroceder y regresar a nuestra casa temporal, Siclag.  

Recuerda no hacer de Siclag, tu casa de refugio temporal, una residencia permanente, porque podrías llegar algún día y encontrar tu zona de confort zaqueada y quemada. Y no protestes cuando Él te regrese de lo que pensabas era la voluntad de Dios; Él te está librando de perder tu herencia.

¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? ¡No temas, Cree solamente!
En el amor de Jesús,
Maribel Román Santiago©

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