Cuándo dejó el Altar de ser Santo?

Maribel Román Santiago Ph.D. ©
Altar, Iglesia Roca de la Eternidad, Maryland

¿Cuándo dejó el Altar de ser Santo?

“En la primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición. Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció y la tablas del pacto; y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio…”  Hebreos 9: 2 - 5


¡Wow! ¡Qué organización la que había en el Altar! ¡Qué reverencia, organización y santidad evidenciaba la estructura que lo componía! Los sacerdotes podían entrar continuamente para cumplir con los oficios del culto; pero al Lugar Santísimo únicamente el Sumo Sacerdote podía entrar una vez al año y si no se había preparado y santificado antes de entrar, no salía vivo de allí. Es que aquel lugar representaba la presencia de Dios en medio de Su pueblo. Aquel lugar estaba lleno de la esencia del Espíritu de Dios. Aquel lugar era el lugar de encuentro del hombre con el Ser Supremo, Dios. Siendo un lugar tan sublime, nadie podía entrar si no estaba preparado física y espiritualmente para encontrarse con Dios. Esto me recuerda a Moisés, cuando se encontró con la zarza que ardía en fuego y el fuego no la consumía. El fuego no la consumía porque el fuego era la Presencia de Dios. Ese fuego que consume lo que está a su paso dejando solo cenizas que se lleva el viento, es un fuego abrasador. En cambio, el fuego de la Presencia de Dios, bien puede consumir con mayor magnitud, mas sólo arde para purificar al hombre de su maldad.

Ese fuego fue también representado por el carbón encendido que le fue dado a Isaías, al darse cuenta de que se encontraba delante de la presencia de Jehová. El carbón encendido, no quemó sus labios mas lo purificó para que no cayera muerto delante de la presencia del Creador. Es que Dios no quiere que caigamos muertos ante Él físicamente, Él anhela que seamos purificados para estar frente a Él. Es entonces que me pregunto, ¿qué ha sucedido en el Altar? ¿Dónde está Dios?

Estamos hablando de un Dios Puro, Santo, Amante; el mismo Dios que caminó con los jóvenes hebreos, Sadrac, Mezac y Abed Nego, cuando fueron arrojados al horno de fuego para ser consumidos. Aquellos jóvenes quienes, al igual que Moisés, vieron el fuego ardiendo frente a frente sin ser consumidos. Estuvieron en el fuego, caminaron alrededor del fuego, dentro del fuego, entre las llamas, pero no fueron tocados ni “lamidos” por ellas, porque el Ángel de Jehová caminaba con ellos, aunque ellos no lo podían ver. ¡Imagínate el Poder de Dios! Ni aún el mismo rey Nabucodonosor lo podía creer. Es que Dios es así, un Dios de amor.

El Dios de amor, es también fuego consumidor. Fuego que consumió el holocausto que preparó Elías para demostrarle al pueblo quién era el Verdadero Dios de Israel. No tan solo consumió un holocausto empapado y sumergido en una piscina de agua, sinó que lamió las cunetas y TODO QUEDÓ CONSUMIDO, hecho cenizas… El mismo Dios que caminó con los hebreos dentro del horno de fuego, que se le presentó a Moisés en la zarza y que le dio un carbón encendido a Isaías para que limpiara su boca y quitara su pecado para poder estar delante de su presencia sin caer muerto.

¡Fuego Consumidor, Dios Celoso, Omnipotente, Santo es el Señor! Esta es la parte que se nos ha olvidado. ¿Qué ha sucedido?  ¿Ha renunciado Dios sus cualidades o será que se nos han olvidado las atributos de Dios? ¿Será Dios uno permisivo, olvidadizo, acomodaticio al hombre? ¡No! Dios no ha renunciado a sus cualidades. Somos nosotros los que hemos olvidado la Majestad y Santidad de Dios.

No es posible estar conscientes de la Grandeza del Poder y la Santidad de Dios cuando entramos a Su Casa, subimos a Su Altar y “ministramos” Su Palabra, sin reverencia, santidad o respeto. No podemos convencer al mundo de justicia, juicio y pecado, si nosotros mismos no damos testimonio desde el Altar. No podemos predicar un Dios Santo, si no respetamos Su Santidad. Y definitivamente, no podemos, ni debemos subir al Altar inconscientes de nuestra condición delante de Su Presencia.

El lugar sigue siendo Santísimo, si ha sido consagrado a Jehová Dios. No es una tarima para espectáculos. No es una tarima para recaudar fondos públicos en un maratón. No es una tarima teatral para representar una obra. El Altar sigue siendo Santo, porque Dios es Santo, Santo, Santo. Así que cuidado con lo que haces antes de subir al Altar. Cuidado con lo que haces en el Altar. Cuidado cuando subes al Altar. Cuidado cuando “ministras” en el Altar. ¡Cuidado! Recuerda que Dios es amor, pero también es Fuego Consumidor, porque Dios Celoso es. No juegues a la ruleta rusa con Dios.  ¡Su Paciencia, no es tardanza. ¡Su tardanza, es Paciencia! Dios no puede ser burlado.

¡Cuidado cuando subas al Altar, porque el Altar sigue siendo Santo! El que suba al Altar tiene que entender que ha de haber organización, reverencia y santidad, porque nuestro Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos, por lo tanto fue, es y será Santo. ¡Nunca pierdas esto de perspectiva!

¿No te he dicho que si crees verás la Gloria de Dios? ¡No temas, Cree solamente!

En el amor de Jesús,

Maribel Román Santiago©



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